Lo de las canastas del polideportivo se ha convertido en un tema que ya huele, al igual que lo referente a la piscina. Y no por la madera de la primera ni por el agua estancada de la segunda, sino por la palabra de algunos políticos que se encuentra en avanzado estado de descomposición, emanando sus mensajes el aroma de lo muerto al podrirse su contenido con el paso de los días. Las carreteras, si así podemos llamarlas, se unen al club de lo mejorable con una extensa colección de baches cuyo estado ha sido denunciado en numerosas ocasiones por la Asociación de Vecinos; así como el “insignificante” detalle de dejarnos sin entrada y salida a una autovía que pasa a 3 kilómetros de nuestro pueblo, “jodiéndonos” en nuestra casa y dejándonos al margen de sus beneficios. Somos el único pueblo de nuestro entorno que no tiene campo de fútbol y las actividades culturales y gimnásticas se reunen en un salón que presenta muchas carencias en cuanto a equipamiento. Ni es un gimnasio, ni es un salón de actos. La promesa del circuíto de motocross ha quedado aparcada a pesar de estar recogida en el programa electoral del 2007, al igual que la de facilitar la instalación de una guardería, la del vial de circunvalación o la de la depuradora para las aguas residuales. Si el gobierno de Antequera es nuestro gobierno, ¿por qué se muestra tan apático y no pelea por solucionar nuestros problemas?. Se hace evidente que el trato que recibe Cartaojal y con ello el que recibimos todos sus vecinos es de muy poco interés, de mucha dejadez y de una sordera sin mesura ante el creciente número de voces que se levantan demandando soluciones. Un oído para que entren las palabras y otro para que salgan. No somos antequeranos de segunda, pero nos toman por idiotas de primera, de manera reiterada, esperando que coloquemos la otra mejilla como borregos de un sistema basado en el envío de apagafuegos ocasionales cuando la situación política así lo demanda. Y lo peor no es que nos coloquen en el casillero de los tontos, sino que con el tiempo nos perdamos en esa confusa realidad en la que unos cuantos creen ser el poder, olvidando que la última palabra siempre la tiene el pueblo.
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