Corrían los años previos al mundial de Naranjito (finales de los 70), durante la alcaldía de José López, cuando Telefónica decidió que era el momento de que el teléfono llegara a los hogares de nuestro pueblo. Cartaojal venía de su primera gran transformación con la instalación del saneamiento y de las acometidas de agua, antes sólo había unos caños de piedra que recorrían las calles con el agua sobrante de aquella fuente en la que los vecinos llenaban sus cántaros. Fue también en aquel tiempo cuando Telefónica decidió instalar un par de cabinas en nuestro pueblo, una en lo que hoy es calle Juan Carlos I, a la altura del callejón que une esta vía con calle Ancha, y la segunda enfrente de la panadería en lo que hoy es la misma calle y justo al lado de lo que queda de aquella antigua fuente. Cabinas que han formado parte del paisaje de nuestro pueblo durante décadas. En su momento fueron de las primeras que se instalaron en las villas del entorno y sustituyeron a las centralitas que prestaban este servicio. Los años pasaron y ya se ven pocas como las que hay en Cartaojal al haber sido sustituidas por otras más modernas (nosotros siempre quedamos al margen de todos, aunque a veces eso puede tener su encanto). Una de ellas la perdimos hace ya algunos años cuando, después de sufrir algún incidente, perdió su teléfono y aprovechando una remodelación de las aceras terminó siendo eliminada. La otra ha conseguido aguantar hasta nuestros días prestando un servicio cada vez menos demandado, por la ampliación de la red fija y debido a la evolución de la telefonía móvil, pero salvador en momentos de apuro. Durante la madrugada pasada un imbécil decidió que ese idilio entre Cartaojal y su cabina había durado mucho tiempo. En la mañana del 26 de Diciembre, y tras más de 30 años, la cabina de teléfonos apareció destrozada. Un acto vandálico que no se hace por dinero, ya que la caja de un teléfono público hoy en día no puede tener más que unos pocos euros. Un destrozo que hace uno sobre lo que es de todos y que podría hacer que la compañía se plantee la viabilidad de un negocio deficitario que cualquiera puede necesitar en un momento dado. Un pequeño robo para un desgraciado pero una gran pérdida para el pueblo.
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